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Narrativas mapuches que tejen el saber ancestral

En la cultura mapuche hay diversas formas narrativas que preservan y transmiten saberes tal como es el caso de los epew y los piam.

Los epew son historias ancestrales mapuches que han sido transmitidas de forma oral durante generaciones. Es una forma propia de educación en la muchulla / familia y también en espacios sociales de la comunidad, dónde los mayores enseñan a los más pequeños a través de relatos que se asocian a animales, el territorio y la entrega de valores.

Los piam son narrativas de carácter más filosófico que refuerzan la memoria social a través de relatos fundacionales o cosmogónicos, donde los personajes son ngen / seres – dueños pertenecientes al mundo inmaterial, pero que no están separados del cotidiano del ser mapuche.

Estas historias reflejan el az mapun / ley asociada a un orden universal, en ellas se condensa la sabiduría de un pueblo milenario hermanado con la naturaleza, que ha hecho del inamurren / la observación consciente una fuente de kimün / conocimiento del cosmos, del tiempo circular y ciclos de la vida.

Entre estas historias se encuentran aquellas asociadas a la labor textil. La kushe llallin/ la anciana araña es el ngen / ser que por excelencia realiza la conexión de las tejedoras e hilanderas con el arte del tejido, arquetipo de la sabiduría y maestría. Mientras el ngen kullin – como son las ovejas – al que muchas veces en las narraciones se refieren como animales ‘encantados’, es decir, seres de la dimensión espiritual, son los que otorgan protección y prosperidad en la crianza.

Estos ngen pueden estar presentes en los ritos, pewmas/ sueños, pelon/ visión mediante el cuál se presenta el trabajo / küzow a las tejenderas. A continuación, compartimos tres  historias de distintos territorios:

‘Estaba el ser masculino del universo con su esposa, el ser femenino del universo, y antes de que comenzara el frío, el ser femenino fue a conversar con las estrellas, para que las estrellas la dotaran del hilo y les dijo a las arañas que se organizaran, de manera comunitaria por supuesto, y que fueran a donde las estrellas para que les proporcionaran de ese hilo y las estrellas les proporcionaron de ese hilo. De ahí se tejió por primera vez la manta del ser masculino del universo. Luego esa araña fue enviada acá, después de la creación del mundo mapuche. Entonces la araña bajó y la mujer estaba en la cocina u otro lugar, bajó la araña, picó a la mujer y de esa manera la mujer aprendió a hilar y tejer…’ 

 Juan Paulo Huirimilla, Isla Kiwa, archipiélago de Calbuco.
(en ‘Universo en seis colores: Atlas de los Tintes Naturales del Wallmapu’, Paulina Olivares)


‘Un día una chiquilla lavaba mote en el río, llegó un viejo y se la robó; se la llevó pa’ sus tierras. Se casó con la chiquilla. Dicen que le dijo: “Me voy pa’ la Argentina, cuando vuelva yo, me tenís que tener toda esta lana hilá”.

Se fue el hombre y la niña quedó llorando ¡cuándo sabía hilar! Llorando allegadita al fogón y en eso el choñoiwe kuze,(koñoiwe kushe) fuego vieja, le habló: “No tenís para que afligirte tanto yo voy a llamar a lalén kuze (Llallíñkushe) pa’ que te ayude” Al ratito apareció, bajando por el fogón la Araña Vieja y de dijo a la chiquilla: “tienes que hacerlo como yo, mírame y aprenderás a hilar”.

Así que pasaron los días, cuando llegó el hombre, las lanas estaban hiladas. Lalén kuzé (Llallíñkushe) todas las noches fue a ayudar a la niña y juntas terminaron el trabajo” 

Mariana Queupil 
(en ‘Mujeres de la Tierra’, Sonia Montecinos)

‘En Pulotre hay un tronco en el que antiguamente había un laurel muy grande, allí había un carnero encantado. Se dice que nuestros ancianos lo veían cuando salía, el jugaba sobre el tronco del laurel, cuentan que era muy lindo, gordo, tenía cuernos muy grandes de puro oro.

Cuándo salía de su encanto se subía sobre el tronco, balaba llamando los rebaños de ovejas que andaban cerca del lugar, las ovejas buscaban pasada para para encontrarse con el carnero, y ya no pasaban más al lugar hasta que llegaba el tiempo de parir lindos corderos.

Contaba una abuelita que una noche de verano muy estrellada pasada la medianoche sintió que en el corral balaban y corrían las ovejas y un carnero decía: mee mee mee, la abuelita se sorprendió pues en su rebaño no había carnero.

Se levantó, miró por una rendija y vio un carnero grande, los cuernos le brillaban que parecían oro. La abuelita sintió un poco de miedo y espero que amaneciera para salir.

Cuando se levantó fue a ver su corral, el lindo cordero ya no estaba, se había vuelto a su encanto.

Durante ese año la abuelita tuvo muchos corderos y sus ovejas parían mellizas’.

Textilera Rosa Rumián Barrientos
Pulotre, San Juan de la Costa, Territorio Kunko

 
Fuentes:

  • ‘Mujeres de la Tierra’. Sonia Montecinos. CEM, Santiago, 1984.
  • ‘Universo en seis colores: Atlas de los tintes naturales del Wallmapu’. Paulina Olivares Ramírez. Ediciones Kultrún, Valdivia, 2022.

Les invitamos a comentar con su impresiones, conocimientos e inquietudes  sobre este textos en el sistema de comentarios a continuación, además está la posibilidad de conversar entre ustedes respondiendo un comentarios.

Imagen: Detalle de makun, manta perteneciente a la Colección textil de la Dirección Museológica. Universidad Austral de Chile. Valdivia.

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